Más Política, más incorrecto
Borat Subsequent Moviefilm (2020)
Hace catorce años nació el personaje de Borat, con unos rasgos tan particulares que quedaron en la memoria y el buen sabor de los cinéfilos. El actor, Sacha Baron Cohen, se ha caracterizado por producir arquetipos, tan diferentes y disruptivos que terminan marcando tendencias. En esta secuela deja un componente político de fondo bastante fuerte, que hace recordar a Michael Moore y sus reveladores documentales que tenían la finalidad de influir en el voto de los estadounidenses, y lo mejo del humor inteligente y mordaz de los Monty Python.
Un periodista de la “Gloriosa Nación de Kazajstán” que cayó en desgracia por su aventura en la primera entrega, Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Natios of Kazakhstan (2006), ahora viene en esta secuela por su reivindicación, entregando su hija como ofrenda a un gobernante de Estados Unidos y así obtener algún reconocimiento para su nación. Tan rimbombante, extravagante y rayando lo grotesco, que solo en el cosmos creado por S. B. Cohen soporta estas confrontaciones culturales. Si primero sorprendió la manera descarada de decirle a los estadounidenses racistas, colonos y asesinos; ahora va más allá y nos muestra un perfil de esa idiosincrasia de ultraderecha, excluyente y abusiva sin tapujos.
Siempre la mejor definición de esta propuesta artística fue “políticamente incorrecta”, un eufemismo que esconde la sorpresa de decir las verdades que se deberían gritar. Políticamente incorrecto irrumpir en una convención republicana para “ofrecer” un ser humano al vicepresidente del país, como si ellos no recibieran sus dádivas por legislar; ridiculizar los bailes y las buenas costumbres de la alta sociedad con una escatológica regla femenina, por si se les olvida que todos tenemos secreciones; mostrar como un político de prestigio es un abusador - depredador más cuando tiene la oportunidad. Con cada secuencia, solo surge la pregunta ¿cómo fue permitida su reproducción y no caer en la censura?
Amazon Primer en la lucha de los canales streaming, se lanzó a abrir el espacio a este particular filme, conservando ese toque de falso documental y estética fílmica del cine de los 60’s del viejo bloque de Europa del este. Con unos giros más claros en la ficción y una moraleja rancia de amor, necesaria después de esa descarga de nauseabundas realidades, la historia crea una compleja reacción, entre odio y amor. Y ojo, es la historia no el director, pues el creador detrás de todo es Sacha Baron Cohen, que se asocia con Jason Woliner un director de televisión y poco contacto cinematográfico, pero que logra darle narrativa y sostener la avalancha de emociones.
Lo expresé hace unos años sobre la primera película y sigue siendo vigente con la nueva: “es una comedia indignante, de una moral tan controvertida que todo aquel que se ría con ella es porque comparte esa doble moral en la que se entretejen nuestras esferas sociales”. Burlarse del holocausto, de los judios, de los afrodescendientes, de los nacionalistas, de la clase alta, de la clase obrera, de los científicos, del COVID-19, de la paternidad, de los republicanos, de los modistas, de la tecnología, de las conspiraciones… básicamente de todo Estados Unidos, y de paso de todos los que caminen por esas sendas. Puestas en escena para que los ciudadanos de a pie sean los protagonistas con sus testimonios, y ciudadanos de esferas más altas se revelen en su verdadera naturaleza. Más que una comedia, es un manifiesto político que seguramente recibirá duras críticas y habrá que filtrar para quedarse con lo trascendental.
Un buen termómetro de un trabajo bien hecho, es que la película no ha recibido ninguna demanda a pesar de trasgredir cordones de seguridad, ocultar cámaras y estar donde supuestamente no debería estar. A Trump (y a todo sus partidarios) se le burlaron en su cara. A Rudy Giuliani lo atraparon con las manos en una posición muy comprometedora. A Estados Unidos le llega otra película que revela sucios trasfondos de una sociedad. A Amazon Prime le llega una joya del cine actual y el reconocimiento por su atrevimiento para producirla. A todo espectador le llega la oportunidad de sacudirse de contenidos sosos y de indignarse para tomar acción política, ojalá incorrecta.



